sábado, 19 de mayo de 2012

LECCION 3 (Segunda parte): LA MUJER VIUDA INSISTENTE.

TEMA: LA ORACION
LECCION 3 (Segunda parte): LA MUJER VIUDA INSISTENTE.
LECTURA BIBLICA: LUCAS 11:5-13; Mateo 7:7-11; Lucas 18:1-8

UN REPASO DE LA LECCION ANTERIOR…
La clase pasada conocimos la historia del amigo insistente, que recibiendo un amigo en su casa que venía de lejos, no tenía nada de comer para ofrecerle, y no encontrando donde comprar pan por lo avanzado de la noche, acudió a un vecino amigo suyo para pedirle que le diera pan.

Sin embargo era tan tarde que el vecino no se quería levantar, pero el amigo insistía e insistía en que le abriera la puerta y su amigo no le quedó otra alternativa que levantarse y darle el pan.

Esta historia nos enseña la perseverancia en la oración, también nos enseña a cultivar la paciencia y mirar nuestro corazón, examinar nuestra vida para saber si lo que estamos pidiendo será para honrar a Dios o será para nuestro propio orgullo personal (lo cual no le agrada a Dios).
Dios desea que sus hijos se acerquen a Él una y otra vez, por medio de la oración.

Él quiere que le pidamos insistentemente las cosas que necesitamos y deseamos, aquellas cosas que serán para la gloria de Dios.

Él sabe lo que es mejor para nosotros y nos lo dará a su tiempo, si insistimos en pedirle.

Esta historia la contó Jesús para enseñar a sus discípulos sobre la oración. Pero también esta enseñanza es para nosotros.

Otro día, el Señor Jesús les contó a sus discípulos otra historia para recordarles la importancia de orar sin cesar. Esta es la historia:


Había una vez una mujer que tenía un gran problema. Su esposo había muerto, y un hombre perverso estaba tratando de hacerle daño.

Si mi esposo estuviera vivo”, pensaba ella, “me protegería y me salvaría de este hombre tan malvado. Tengo tanto miedo de él. ¿Qué puedo hacer? ¿Quién puede ayudarme?”

Entonces tuvo una idea. “Iré a ver al juez de la ciudad. A él le contaré de esta persona que quiere hacerme daño. Él hará algo para protegerme de este hombre tan malo”.

En aquellos días comúnmente el juez se sentaba a la puerta de entrada a la ciudad y cualquier persona podía acercarse a él pidiendo justicia.

Mientras la atemorizada viuda iba rápidamente por la calle, miraba de un lado a otro para estar segura que su enemigo, esa persona tan mala,  no la estaba siguiendo.

Su corazón palpitaba rápidamente mientras se acercaba al juez. “Él me ayudará”, pensaba.


Le contó acerca de su enemigo y le suplicó:
-Por favor, le ruego que me ayude.
El juez le respondió sin ninguna amabilidad, diciéndole que él nada podía hacer y la despidió.
La mujer regresó a su casa muy preocupada. Todavía tenía miedo. Sabía que no estaba a salvo de su enemigo. “Debo buscar protección”, se dijo: “Volveré al juez. Quizás haya cambiado de opinión”.
De nuevo llegó la mujer delante del juez, y otra vez le rogó que la ayudara.
El juez exclamó: -¡Vete!, ya te he dicho que no puedo ayudarte.

Nuevamente la mujer regresó a su casa. Pero no estaba dispuesta a dejarse vencer. Y otra vez, valientemente, regresó al juez y le rogó que la ayudara.
Al fin, el juez no pudo soportarla más: -¡Esta bien. Está bien! –gritó el hombre. “Es verdad que no le temo a Dios ni al hombre. Pero esta mujer me molesta. Es tan molesta que le haré justicia antes que se agote mi paciencia al venir una y otra vez a verme”, dijo dentro de sí.
Jesús terminó su historia diciendo: “Han oído lo que el juez malo dijo. ¿Creen que Dios, en su paciencia, no hará justicia a su pueblo que le ruega día y noche? Sí, Él responderá. Pero la pregunta es ésta: Cuando venga el Hijo de Dios ¿encontrará hombres en la tierra que crean en Él? (¿O dejarán de creer cuando se demore la respuesta a sus oraciones?)”
Posiblemente cada vez que los discípulos pensaron en esa historia han de haber recordado lo que el Señor Jesús dijo cuando la empezó: “Los hombres deben orar siempre y no desmayar (no detenerse hasta recibir una respuesta)” (Lc. 18:1)
El Señor Jesús contó estas dos historias (la del amigo insistente y la de la viuda insistente), para que recordáramos esta importante verdad:
Debemos orar con insistencia –orar creyendo que Dios responderá. Al persistir en la oración debemos buscar su voluntad y creer, aunque nos lleve bastante tiempo para recibir la respuesta. Dios sabe lo que es mejor para ti y el momento adecuado para dártelo.

APRENDE DE MEMORIA:
“Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones…” 1ª Pedro 3:12.


AGRADECIMIENTOS: LA BIBLIA ILUSTRADA (NUEVO TESTAMENTO) TOMO 9 LA ORACIÓN. VIDEO DANILO MONTERO “TE ALABARÉ”

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