sábado, 26 de mayo de 2012

LECCION 4: LA ORACIÓN

UN REPASO DE LA LECCION ANTERIOR…
La clase pasada conocimos la historia llamada “La viuda insistente”, esta mujer se acercó en tres oportunidades a pedirle al juez que la librara de su enemigo, en todas estas oportunidades su caso no fue escuchado por este juez, que era malo, no temía a Dios ni al hombre. Pero en la tercera oportunidad, este juez ya no soportó más la insistencia de esta mujer y porque era tan molesta para él, le hizo justicia, escuchó su caso y le solucionó su problema.
Esta historia que el Señor Jesús contó a sus discípulos nos enseña a insistir en la oración, no desmayar en nuestra súplica por nuestra necesidad.
En este periodo mientras esperamos su respuesta, debemos buscar su voluntad y creer que Dios sabe lo que es mejor para nosotros y el momento justo para dárnoslo.

La lección:
Nuestro Dios no es como otros dioses. No es como los ídolos de oro, plata, madera o piedra. Él no es como el dios sol, la diosa luna o cualquier otro tipo de dios.
Realmente es Dios quien ha creado todas estas cosas que algunas personas adoran como dioses. Nuestro Dios es el Creador de todo.
Hizo los profundos océanos, las altas montañas, los grandes árboles y los fuertes animales.
Pero también hizo cosas pequeñas. (Vea Job 36:27; Sal. 147:16) Hizo cada gota de agua, cada copo de nieve, cada grano de arena y el insecto más pequeño. Él ha hecho el pasto, las flores y las aves. Pero lo más maravilloso de todo es, que te hizo a ti y a mí.

De todo lo que Dios ha hecho sobre la faz de la Tierra a quien más ama es a la gente.
Es muy difícil para nosotros poder imaginarnos que Alguien tan grande, tan sabio y tan bueno como Dios pueda preocuparse por nosotros y amarnos tanto. Pero así es. Debido a que nos ama tanto, también desea conversar con nosotros por medio de su Palabra, la Biblia. Y desea que nosotros conversemos con Él. Conversar con Dios es orar.

Las personas de diferentes partes del mundo tienen variadas ideas acerca de lo que realmente es la oración. Para algunos, el nombre de Dios es como un amuleto mágico contra el mal. Creen que si simplemente pronuncian el nombre de Dios estarán a salvo de todo daño. En ciertas partes del mundo, hay personas que creen que cada vez que mencionan el nombre de Dios pronuncian una oración. De manera que repiten su nombre una y mil veces desde la mañana hasta la noche.

Otras personas al orar usan una serie de cuentas (semillas, perlas, etc.) unidas entre sí por medio de un cordón. Van tocando una a una de las cuentas conforme repiten una oración o el nombre de su dios; de esta manera llevan el control de sus oraciones. Estas series pueden tener de cincuenta a cien cuentas.

Cuando tantas personas tienen ideas tan diferentes acerca de la oración, ¿cómo podemos saber ciertamente lo que realmente es la oración?
¿Cómo podemos responder preguntas como éstas?:
-¿Cuál es la mejor hora para orar?
-¿Cuál es el mejor lugar para orar?
-¿Cuáles son las reglas de la oración?
-¿Por quién debemos orar?

La Biblia nos da las respuestas. Y debido a que es la Palabra de Dios, estas respuestas son correctas. Veamos lo que tiene que decir acerca de la oración.

1. ¿Cuál es la mejor hora para orar?
Sin responder directamente la pregunta, el Señor Jesús nos mostró con su ejemplo cuándo debemos orar.
Se nos dice que “Él fue al monte a orar, y continuó toda la noche orando a Dios” (Lc. 6:12). Tenía que estar seguro de la voluntad de Dios porque el día siguiente iba a escoger a sus doce discípulos. En la quietud de la noche, conversó con su Padre. La noche es una buena hora para orar.
En otro pasaje leemos: “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba” (Mr.1:35). En la oscuridad, el Señor Jesús se encaminó hacia un lugar tranquilo donde con la primera luz de la aurora, pudiera conversar a solas con Dios. Aquel iba a ser un día sumamente ocupado y agotador. Por esa misma razón, sin duda, se levantó tan temprano. Iba a necesitar la fuerza y sabiduría que Dios podía darle a esas horas en respuesta a su oración. (Vea Is. 40:28-31).

En otra ocasión se dice: “Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar” (Mr. 6:46). ¿Qué hora era? Era la tarde del día. Había sido un día muy lleno de actividades. Hubo noticias tristes. (Juan el Bautista, un amigo de Jesús, había sido asesinado por el rey Herodes). Él y sus discípulos habían cruzado el lago en un bote. Había pasado casi todo el día enseñando a miles de personas. Luego había realizado un milagro glorioso: alimentó a cinco mil hombres (además de las mujeres y niños), usando el almuerzo de un muchachito. Había sido un día muy agotador. (Vea Mr.6:14-46) Pero el Hijo de Dios terminó el día orando a su Padre.

Cierta persona que vivió cientos de años antes que el Señor Jesús, escribió en la Palabra de Dios: “Tarde y mañana y a medio día oraré…” (Sal. 55:17). Y el mandato para nosotros es: “Orad sin cesar” (1ª Tes.5:17).

¿Cuál es la mejor hora para orar? Cualquier hora del día o de la noche. (Vea Sal.139:1-12) Dios nunca está demasiado ocupado para escuchar a sus hijos. Y, debido a que Dios es tan grande y poderoso, puede oír al mismo tiempo las oraciones de todos sus hijos.

2. ¿Cuál es el mejor lugar para orar?

Nuestro Dios – el Dios vivo y verdadero – está en todas partes a la vez. (Vea Sal. 139; Pr.15:3) No hay ningún lugar donde Dios no pueda oírte, y te oirá si tu corazón es aceptable ante Él (limpio de pecado). Puedes orar donde quiera que te encuentres.
El publicano oró en el templo. Ciertamente podemos orar en el templo o en cualquier otro lugar, no importa que estemos rodeados de personas.
El Señor Jesús oró a solas en el monte. A veces es importante que nos apartemos de otras personas cuando oramos.
Cuando Jesús instruyó a sus discípulos acerca de la oración, empezó diciendo: “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Vea Mt.6:6).

Es necesario escoger un lugar especial y tranquilo donde puedas hablar a solas con Dios a ciertas horas todos los días. ¿Tienes un lugar?

En las lecciones anteriores de esta serie, hemos señalado entre otras cosas, que cuando oramos debemos: adorar a Dios; pedir la voluntad de Dios; confesar nuestros pecados; orar con un corazón perdonador. Agreguemos ahora unas reglas más para la oración. (Espero que incluyan estas reglas en su cuaderno).

3. Reglas para la oración.

(a)    Debemos orar con fe. (Vea Mt.21:22; 1ª Juan 5:14,15).
Debemos creerle a Dios y confiar en Él sabiendo que su respuesta (ya sea “sí”, “no”, o “espera”) es la mejor.

Un joven recién convertido estaba haciendo su primera oración en público. Cuando terminó no sabía cómo cerrar su oración. Entonces, levantando sus manos, terminó diciendo: “Esperamos oír pronto tu respuesta”. Mostró que estaba orando con fe.
(b)   Debemos orar en el nombre de Jesús (Jn.14:13,14).
Orar en el nombre de Jesús, significa que estamos en la presencia de Dios como consecuencia de lo que Jesús ha hecho por nosotros – no porque seamos buenos. Nuestros pecados han sido lavados con la preciosa sangre de Jesús y hemos sido vestidos de la justicia de Dios.

(c)    Debemos orar con alabanza y agradecimiento. (Fil.4:6)
La oración no es simplemente para pedir y pedir. Hay que dedicar tiempo para adorar a Dios, agradeciéndole lo que Él es y todo lo que Él ha hecho.

Y ahora la última pregunta:

4. ¿Por quién debemos orar?





Para que siempre recordemos por quién orar, usemos los dedos de la mano:
(a)    “El pulgar”, que está más cerca al cuerpo, representa a aquellos seres cercanos y queridos de nosotros, nuestra familia: papá, mamá, abuelos, amigos íntimos, gente con la que nos vemos día tras día. Oremos por ellos.
(b)   El segundo dedo, “índice”, es el que nos recuerda orar por aquellos que señalan la cruz de Cristo y enseñan el camino de la salvación: pastores, maestros de escuela dominical, evangelistas, misioneros.
(c)    El tercer dedo, “medio”, nos recuerda aquellos que tienen autoridad: el presidente de la república, los dirigentes de nuestro país (ministros, senadores, diputados, alcalde, etc.) Dios nos ha mandado que oremos por ellos (1ª Tim.2:2).
(d)   El cuarto dedo, “anular”, considerado el más débil, nos recuerda a aquellos que están enfermos, o pobres o en problemas, dificultades.
(e)   El quinto dedo, “meñique”, nos recuerda orar por nosotros mismos.
Satanás, el enemigo de Dios y de nosotros no quiere que oremos. Él no quiere que tú creas en Dios. ¡No caigas en sus engaños! Aparta un tiempo para orar todos los días. Haz del caminar y conversar con Dios una parte de tu vida. (Sal.37:3-7).

APRENDE DE MEMORIA:
“Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones…” 1ª Pedro 3:12.

COROS:
VAMOS A ALABAR A JEHOVA CON PANDEROS Y ARPAS
HAY MILLONES DE NIÑOS
JEHOVÁ REINA
EL AMOR DE DIOS ES MARAVILLOSO
DIOS CONTESTA LA ORACION
DEMOS GRACIAS AL SEÑOR
ALABARÉ
TE ALABARÉ

AGRADECIMIENTOS: LA BIBLIA ILUSTRADA (NUEVO TESTAMENTO) TOMO 9 LA ORACIÓN.

sábado, 19 de mayo de 2012

LECCION 3 (Segunda parte): LA MUJER VIUDA INSISTENTE.

TEMA: LA ORACION
LECCION 3 (Segunda parte): LA MUJER VIUDA INSISTENTE.
LECTURA BIBLICA: LUCAS 11:5-13; Mateo 7:7-11; Lucas 18:1-8

UN REPASO DE LA LECCION ANTERIOR…
La clase pasada conocimos la historia del amigo insistente, que recibiendo un amigo en su casa que venía de lejos, no tenía nada de comer para ofrecerle, y no encontrando donde comprar pan por lo avanzado de la noche, acudió a un vecino amigo suyo para pedirle que le diera pan.

Sin embargo era tan tarde que el vecino no se quería levantar, pero el amigo insistía e insistía en que le abriera la puerta y su amigo no le quedó otra alternativa que levantarse y darle el pan.

Esta historia nos enseña la perseverancia en la oración, también nos enseña a cultivar la paciencia y mirar nuestro corazón, examinar nuestra vida para saber si lo que estamos pidiendo será para honrar a Dios o será para nuestro propio orgullo personal (lo cual no le agrada a Dios).
Dios desea que sus hijos se acerquen a Él una y otra vez, por medio de la oración.

Él quiere que le pidamos insistentemente las cosas que necesitamos y deseamos, aquellas cosas que serán para la gloria de Dios.

Él sabe lo que es mejor para nosotros y nos lo dará a su tiempo, si insistimos en pedirle.

Esta historia la contó Jesús para enseñar a sus discípulos sobre la oración. Pero también esta enseñanza es para nosotros.

Otro día, el Señor Jesús les contó a sus discípulos otra historia para recordarles la importancia de orar sin cesar. Esta es la historia:


Había una vez una mujer que tenía un gran problema. Su esposo había muerto, y un hombre perverso estaba tratando de hacerle daño.

Si mi esposo estuviera vivo”, pensaba ella, “me protegería y me salvaría de este hombre tan malvado. Tengo tanto miedo de él. ¿Qué puedo hacer? ¿Quién puede ayudarme?”

Entonces tuvo una idea. “Iré a ver al juez de la ciudad. A él le contaré de esta persona que quiere hacerme daño. Él hará algo para protegerme de este hombre tan malo”.

En aquellos días comúnmente el juez se sentaba a la puerta de entrada a la ciudad y cualquier persona podía acercarse a él pidiendo justicia.

Mientras la atemorizada viuda iba rápidamente por la calle, miraba de un lado a otro para estar segura que su enemigo, esa persona tan mala,  no la estaba siguiendo.

Su corazón palpitaba rápidamente mientras se acercaba al juez. “Él me ayudará”, pensaba.


Le contó acerca de su enemigo y le suplicó:
-Por favor, le ruego que me ayude.
El juez le respondió sin ninguna amabilidad, diciéndole que él nada podía hacer y la despidió.
La mujer regresó a su casa muy preocupada. Todavía tenía miedo. Sabía que no estaba a salvo de su enemigo. “Debo buscar protección”, se dijo: “Volveré al juez. Quizás haya cambiado de opinión”.
De nuevo llegó la mujer delante del juez, y otra vez le rogó que la ayudara.
El juez exclamó: -¡Vete!, ya te he dicho que no puedo ayudarte.

Nuevamente la mujer regresó a su casa. Pero no estaba dispuesta a dejarse vencer. Y otra vez, valientemente, regresó al juez y le rogó que la ayudara.
Al fin, el juez no pudo soportarla más: -¡Esta bien. Está bien! –gritó el hombre. “Es verdad que no le temo a Dios ni al hombre. Pero esta mujer me molesta. Es tan molesta que le haré justicia antes que se agote mi paciencia al venir una y otra vez a verme”, dijo dentro de sí.
Jesús terminó su historia diciendo: “Han oído lo que el juez malo dijo. ¿Creen que Dios, en su paciencia, no hará justicia a su pueblo que le ruega día y noche? Sí, Él responderá. Pero la pregunta es ésta: Cuando venga el Hijo de Dios ¿encontrará hombres en la tierra que crean en Él? (¿O dejarán de creer cuando se demore la respuesta a sus oraciones?)”
Posiblemente cada vez que los discípulos pensaron en esa historia han de haber recordado lo que el Señor Jesús dijo cuando la empezó: “Los hombres deben orar siempre y no desmayar (no detenerse hasta recibir una respuesta)” (Lc. 18:1)
El Señor Jesús contó estas dos historias (la del amigo insistente y la de la viuda insistente), para que recordáramos esta importante verdad:
Debemos orar con insistencia –orar creyendo que Dios responderá. Al persistir en la oración debemos buscar su voluntad y creer, aunque nos lleve bastante tiempo para recibir la respuesta. Dios sabe lo que es mejor para ti y el momento adecuado para dártelo.

APRENDE DE MEMORIA:
“Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones…” 1ª Pedro 3:12.


AGRADECIMIENTOS: LA BIBLIA ILUSTRADA (NUEVO TESTAMENTO) TOMO 9 LA ORACIÓN. VIDEO DANILO MONTERO “TE ALABARÉ”